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Italia rompe el Eje (VI): La caída de Mussolini.

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Tras escuchar al rey, Mussolini contestó: “Entonces. ¿Todo ha terminado?”. “Todo ha terminado”, habría contestado el rey. “¿Y qué será de mí y de mi familia?”. El rey le tranquilizó y lo acompañó hacia la salida. La preocupación del ya depuesto Duce estaba clara, a fin de cuentas, el suyo había sido un gobierno cruel, capaz de ensañarse no solo con quienes opinaran distinto sino también con los suyos. Eran las 19.20 horas y todavía era muy de día cuando Mussolini salió al exterior. Estaba con él Nicola de Cesare, su secretario personal.

La isla de Ponza, primer destino de Mussolini tras su arresto.

Estaba descendiendo por una de las rampas de entrada al palacio, presumiblemente la izquierda (desde la puerta), en dirección a su coche, cuando se presentó ante él el capitán Paolo Vigneri, de los Carabinieri. “Excelencia, en nombre de Su Majestad el rey, le rogamos que nos siga para sustraerlo a eventuales violencias de la multitud”. Entonces, Mussolini se giró hacia la puerta de palacio. El rey se había ido.

Entonces, Mussolini se encaró de nuevo con el carabiniere para decirle que no era necesario, pero Vigneri insistió. “Duce, tengo que cumplir mis órdenes”. Tal vez, en ese momento se dio cuenta de que aquello no era un momento de humor del rey, sino que se trataba de una iniciativa bien preparada. Tras inclinar la cabeza, el antiguo dictador echó a andar hacia su coche que, como sabemos, no tenía chofer. “No Duce. Debe venir en mi coche”. Volvió a insistir Vigneri para luego acompañarlo hasta la parte trasera de la ambulancia, cuyas puertas estaban abiertas. Según el testimonio del capitán, el ex-dictador parecía un hombre moralmente acabado, su color era enfermizo e, incluso, parecía haber menguado en estatura.

Villa Webber, en La Maddalena, donde estuvo preso Mussolini

Tras abandonar Villa Savoia, la ambulancia entró en la ciudad que cruzó a toda velocidad. Sentados atrás, uno junto a otro, flanqueados por dos carabinieri armados, viajaban Mussolini y De Cesare. “Duce, ¡pero esto es una auténtica detención!”, habría exclamado el secretario, pero Mussolini descartó el hecho afirmando que el rey era amigo suyo y le había dado seguridades concretas. Finalmente, el coche llegó a via della Lungara, en el Trastevere, donde estaba el cuartel Podgora, de los Carabinieri. Desde allí, De Cesare fue enviado a la no lejana prisión de Regina Coeli donde permanecería, olvidado, hasta septiembre, pero nadie sabía qué hacer con el dictador depuesto, que permaneció en la ambulancia mientras rugían los teléfonos.

DFS 230 gliders at Hotel Campo Imperatore, Gran Sasso, Italy, 12 September 1943. Photo: Bundesarchiv, Bild 101I-567-1503B-23, Toni Schneiders, CC-BY-SA 3.0
Hotel Campo Imperatore, en el Gran Sasso. Se pueden ver los aparatos en los que llegaron los alemanes para rescatarlo el 12 de septiembre.

Un rato después, la ambulancia arrancó de nuevo y llegó hasta el puesto de Carabinieri de la via Legnano, en el barrio de Prati, al norte del Castel Sant Angelo. Allí lo bajaron de la ambulancia y lo llevaron a una habitación, donde lo encerraron, aunque por poco tiempo. Siguió una nueva ronda de aclaraciones y, tras ella, lo llevaron al cuartel de la Piazza del Popolo, al otro lado del río Tíber. Aquella noche, Benito Mussolini recibió una carta del mariscal Badoglio en la que este explicaba que era necesario ponerlo a buen recaudo y le preguntaba a dónde quería ir. Mussolini habría pedido que su destino fuera su finca de veraneo en Rocca delle Carmine, cerca de Forli, pero ese deseo no le sería concedido. El caído fue llevado a Gaeta, donde llegó el 27 de julio para ser embarcado en la corbeta Perséfone, que lo llevó a la isla de Ponza, frente a Terracina, en una zona marítima cada vez más controlada por los aliados. No sería el último traslado. De allí lo llevaron a la isla de La Maddalena, en el extremo norte de Cerdeña, más lejos todavía de la “bota” italiana, hasta que lo localizaron los alemanes. Entonces lo trajeron de vuelta a tierra firme, al hotel Campo Imperatore, en el gran Sasso, al este de Aquila, donde posteriormente se rodaron películas tan conocidas como Lady halcón o El nombre de la rosa.

Llegados a este punto, Benito Mussolini abandona nuestra historia, para ser sustituido por un nuevo personaje, el mariscal Badoglio.

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